Eres como el turno que nunca llega, como el resto de café que se suele dejar al fondo de la taza, como un día de lluvia y la sensación de mojarme con ésta.
Me sacas de quicio, siempre me recuerdas el placer de cuando te bebí a sorbos, me relajas y me haces sentir viva.
Debería dejar de escribirte y tú deberías de aprender a leerme entre líneas. Llevas mis huellas dactilares en tu espalda y un muerdo en el corazón; aunque te pese.
A cambio de eso tú tienes todos mis días, todas mis noches, tu parte de la cama intacta y miles de palabras que quizás no entiendas; pero que siguen hablando de ti. Aunque me pese.
Mi cabeza siente y mis manos hablan. Yo por ti lloro palabras.
Te dejo que me comas la boca y también las dudas. Si vuelves.
Fuiste tanto y me dejaste con tan poco... que a veces pienso que...en una de esas veces que estabas jodiéndome; en los dos sentidos de la palabra, debería de haberte ahogado con la goma de mis bragas.
Luego lo pienso mejor y creo que no hubiera hecho bien con aquello, te joderá más verte solo y recordarás todo lo que dí por ti, comiendo techo y preguntándote los mil 'por qué' que me pregunté yo.
A veces te sigo sangrando y otras, en cambio, sólo me escueces.
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