domingo, 12 de mayo de 2019


Me he roto las costillas varias veces intentando sacarte de mí. Sin éxito.
Estás en cada rincón y ahora  tengo que reconquistarme. De nuevo.
Vivo sola entre mis propias ruinas, porque en el fondo se que tengo miedo a que alguien llegue y destruya el desastre que me dejaste. Aunque sea una mierda, es lo único que me queda de ti y aún no estoy preparada. Necesito más tiempo.
Hay momentos en los que mis sentidos aún me recuerdan que estás... por mucho que haya intentado enterrarte. Y enterrarnos. Recuerdo tu olor, tu voz, tu tacto... Pero ya no lo reconozco. Y vuelvo a morirme un poco y vuelvo a intentar ser fuerte.
Se que no estás; a veces me cuesta más no querer que vuelvas.


Tu ausencia es más fuerte que mis intentos de olvidarte.


Querría no tener que llorar más, renacer en otro punto en el que no supiese de tu existencia. No sufrir y dejar de dolerme. Yo misma.
Desaparecí, aunque estuviese de cuerpo presente. Me perdí, porque me quedé quieta. Irónico.
Todavía no he aprendido a quererme, pero por lo menos he recuperado las ganas.
Mírame, ya no sabrás quién soy. Yo hace mucho que dejé de reconocerte. Incluso dudo de haber sabido quién eras en algún momento.
Te sigo escribiendo pero ya no siento ni la mitad. Por ti.
Siempre estaré esperando a que vuelvas. Aunque no sepa para qué.