jueves, 23 de enero de 2014

#3

Cuanto menos sabes donde vas y donde quieres ir; más echas a correr.
Y casi siempre acabas en el mismo jodido sitio, porque en el fondo lo único que quieres es creer que arrancaste el pasado de cada rincón de tu pecho y de entre las costillas.
Porque crees que las constelaciones que nacieron entre orgasmo y orgasmo o los puntos cardinales que inventaste en su espalda ya no existen. Pero no.
La ausencia te aprieta y te ahoga, te produce arcadas sentimentales y diluvios de dudas; la mayoría de veces pillándote sin el puto impermeable sentimental.
Corres, corres y corres, acabando (de nuevo) creyendo beberte a morro los miedos y follándote a otro amor de contenedor más.
 Me apagaría el cigarro en el corazón, por ver si aún siente o ni padece ya.
Continuaré con el reloj parado un rato más;  como esperando a que alguien venga y se meta sin ropa bajo la manta conmigo a compartir caladas y echar las colillas en la taza del café vacía y a mirar a la nada.
 Como queriendo abrigarme del frío o compartir también el suyo. Como queriendo olvidar por un rato los problemas a mi lado, como haciendo ver que no dejará que me pierda sola.

Y tú, no pases a buscarme después de volver de dónde quiera que te hayas ido. Quizás no sea tarde para nosotros... pero si es pronto para empezar a ser infeliz.