miércoles, 14 de agosto de 2013

Relojes y días contados.

Podría gritarte todo lo que nos echo de menos, o todo lo que te he podido llegar a querer  -y sigo haciéndolo- con la fuerza de las ganas que tengo de no hacerlo; aunque no sirvan de nada.
Podría gritarte lo que me recuerda cada amanecer sin sentirte en mi espalda, o todo lo que te escribo en la mente porque el lápiz ya quema demasiadas hojas de papel que sólo arden mentalmente pero las cenizas siguen ahí. Y el humo no se va, ni los recuerdos; ni tú tampoco. Quisiera que me dijeras que también soy hoguera para ti y que por mucho empeño que le pongas al soplar para que me vaya, no me voy... porque en el fondo tampoco quieres. Supongo que lo que se lleva por dentro y en silencio, es lo que se vive más intensamente ¿no?.
A mí me gustaría vivirte mucho tiempo; tanto que sólo nos vayamos porque el reloj ya haya gastado todas las horas que nos tocaban. Puede sonar egoísta pero... si ambos hubiésemos querido; ojalá y haber gastado tus horas y mis horas en nosotros. Aunque esté claro que el mundo de ahí fuera siga, estemos como estemos aquí dentro.

Tengo parado el reloj en ti; hasta que decidas volver o marcharte. Hasta que venga alguien que mueva las agujas de nuevo.



Pídeme que le pida tiempo al tiempo.


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